miércoles, 6 de febrero de 2013

INTRODUCCIÓN A LA ESMERALDA

El nombre de la esmeralda desciende del persa, lengua en la que el término significa “verde”.  Posteriormente fue adoptado en latín como smaragdus.  Según la etimología india, la palabra esmeralda proviene de la traducción del sánscrito “marakata” cuyo significado se podría traducir como “la cosa más verde”.  La esmeralda ha sido desde los orígenes de la civilización una de las piedras preciosas más valoradas por el ser humano.
La esmeralda es un mineral de la variedad del berilo y, gracias a la composición del mismo, junto con el cromo y el vanadio, está dotada de ese color verde tan característico que la ha convertido en la piedra preciosa más valorada entre los berilos.  Es tal la significación  de su color que  incluso ha dado nombre a una variedad tonal de éste: “verde esmeralda”.
Como hemos dicho, la esmeralda pertenece a la familia de los berilos, que es un silicato de clase mineral.  Esta familia incluye las aguamarinas azul claro, las morganitas de color rosa, las heliodoritas de color dorado, los berilios de color rojo y verde claro entre muchos otros.  Estos ejemplos son los más representativos; hay que aclarar que la clasificación mineral de la familia de los berilos es de las más extensas que existen en la naturaleza y la esmeralda es una pequeñísima parte de ella.
Su rareza y la alta estima que siempre se ha tenido a la esmeralda se debe, además de a su extraordinario color verde, a que es la única piedra preciosa de este color que se encuentra en la naturaleza que es cristalina.
Es curioso que, si se encuentra un esmeralda de grandes dimensiones completamente pura, una vez tallada puede alcanzar un valor de mercado considerablemente superior al de un diamante de similares características.  Esto nos da pie a considerar la rareza de la esmeralda; es más: científicos geólogos advierten de que en la naturaleza existe una cantidad bastante inferior de esmeraldas respecto a los diamantes.  Incluso, nos podríamos permitir el lujo de denominar a la esmeralda como un diamante de color verde.
Geológicamente hablando, podríamos definir a la esmeralda como un auténtico fenómeno -e incluso un milagro- de la naturaleza, si tenemos en cuenta que los elementos que forman o componen una esmeralda realmente se encuentran en lugares muy heterogéneos y dispares; para que se pueda engendrar o crear una esmeralda tienen que encadenarse una serie de acontecimientos que amasen y concentren a los elementos necesarios para que puedan formarla.
 Para que esto ocurra, deben producirse movimientos telúricos que sometan a los líquidos adyacentes a presiones y temperaturas extraordinariamente elevadas y extremas, llegando a mezclar, casi al azar, los elementos que forman una esmeralda, para que, después, cuando llegue la disminución paulatina de la temperatura, se vayan cristalizando las esmeraldas.  La conclusión es, por tanto, que la probabilidad de que una esmeralda pueda formarse -y además pueda resultar de un tamaño considerable y de una buena calidad- es extremadamente reducida, lo que explica que su precio pueda llegar a alcanzar valores superiores a los de un diamante de similares características.
Resulta increíble que después de un proceso de tan violento y extremo pueda crearse esta piedra preciosa, tan sumamente bella y delicada.
En las esmeraldas con tonalidades claras es raro observar impurezas o jardines, (en el argot gemológico y orfebre, a las inclusiones o impurezas de una esmeralda se las denomina jardín; en la fotografía, podemos observar con detalle estos jardines), pero en las esmeraldas cuyas tonalidades oscilan entre el verde claro al verde oscuro es bastante probable observar jardines.  Estas inclusiones son toleradas y admitidas, por un lado,   como una concesión a la rareza de la piedra en sí misma y, por otro lado, como una huella digital propia de ellas: como en los diamantes, no existe una esmeralda igual a otra, y estas inclusiones o jardines nos ofrecen una personalidad diferente en cada pieza, además de utilizarse como elemento diferenciador respecto a las piedras sintéticas que imitan a las esmeraldas.
En ocasiones, se impregna a las esmeraldas con diversos tipos de aceite a las esmeraldas.  Este aceite tiene la misión de disimular las pequeñas fracturas y fisuras que pueda tener la piedra preciosa y con ello conseguimos un aspecto visual mejorado.  En otras ocasiones, se llegan a tintar, hecho que ha de tenerse en cuenta a la hora de su conservación, ya que, si limpiamos una esmeralda utilizando un dispositivo ultrasonidos, podemos llegar a eliminar completamente el aceite, el tinte o ambos.  Entonces, la esmeralda dejará visible sus fisuras, fracturas y su falta de tonalidad.  Siempre que una esmeralda haya sido objeto de un tratamiento de aceite o tinte, el consumidor tiene que ser advertido por la joyería o donde proceda.  Es más: es obligación del joyero avisar de dicho tratamiento al consumidor, ya que el precio de una esmeralda tratada es considerablemente inferior al otra que no haya sido sometida a cualquier de los tratamientos antes mencionados: aceite, tinte o ambos.


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